Notas sobre dibujo
Por Arturo Martín Burgos.
Yo enseño el dibujo desde la expresión personal (tu caligrafía muy a la larga), la soltura y la libertad. Como toda disciplina artística el dibujo requiere de un entrenamiento. Yo sugiero copiar con soltura y sin descanso a los grandes maestros aproximándose a su forma de hacer, a sus gestos. Después, adquirida cierta agilidad en los dedos (valga el simil pianistico), hay que lanzarse al natural sin muchas pretensiones de alcanzar el parecido fotográfico (como sabes recomiendo calcar al principio para no perder “mano” ni tiempo). Y por último, dejar copias, calcos y demás y lanzarse sin red (sin más guías que tus ojos o tu necesidad de expresar) al disfrute de los elementos plásticos reales o no.
Este simple esquema se puede hacer en un curso intensivo de un año (en mi clase de Alcobendas) o durante toda una vida. La versión larga requiere, además una dedicación exclusiva, de mucho amor por el dibujo y/o la pintura y se puede desarrollar y crecer por infinitos vericuetos: miles de técnicas; cientos de enfoques de lo real a lo abstracto; añadidos temáticos: anatomía, paisaje, dibujo en movimiento, apuntes, automatismos…; etc, etc, etc.
La enseñanza clásica que, en el siglo XIX, apuntaló la academia, con un sistema de aprendizaje basado en el ideal clásico es solo una forma de acercarse al dibujo. A Rubens o a cualquier pintor de la época barroca le era fundamental dominar las técnicas dibujística las clásicas, para adecuarse a los gustos y necesidades del momento.
A partir del siglo XX, con la fotografía, estas necesidades cambian drásticamente y el dibujo alcanza cotas inimaginables de expresividad desde lo “no clásico”. Yo pongo como ejemplo a Matisse como el ideal de representación libre y expresiva pero con aromas clásicos. Otro ejemplo muy bueno del siglo XX es Picasso, un prodigio sin igual en la historia del arte con un dominio absoluto del dibujo clásico pero con una libertad y una capacidad expresiva para hacer literalmente volar por los aires todo lo que la academia le impuso y crear un lenguaje propio absolutamente genial e inimitable, cargado de expresividad, emoción y personalidad salvaje. Estos son, obviamente, extremos.
En medio podemos encontrar millones de mediocridades, buenos dibujantes al uso, maestros del virtuosismo fotográfico, pulcros retratistas, excelsos copistas, infinitos genios de la ocurrencia vacua y trillones de amantes de los efectismos y fuegos de artificio variados, etc. etc... Es esencial tener un profundo conocimiento de los artistas de todos los tiempos para tener un amplio espectro de aproximación a diferentes formas de hacer que me permitan desarrollar la mía propia.